sábado, 24 de abril de 2010

Solían decir que un buen cuadro debía tener "two balls" -dos pelotas.


Robert Rauschenberg, Canyon, 1959.
¿Que os dice este cuadro? Supongo que pensareis: pintura americana, expresionismo abstracto… Robert Rauschenberg allá por los 60.

Lo vi por primera vez (en semana santa del 2009) en el MoMA de Los Ángeles. Y si no me equivoco, lo volví a ver a ver en el MOMA de Nueva York (en Semana Santa de este año), no es que me persiguiese, es que supongo, tendrá varias versiones. Además también recuerdo como en la universidad en Paris nos lo dieron como propuesta en uno de los ejercicios. La cuestión es que esas dos bolas que suspendían me causaron cierta impresión, bueno el águila disecada también la verdad…pero las dos bolas: ¿Que podrían querer decir esas dos bolas?

“El azar, cruel como un milagro” me llevo a descubrir el libro archiconocido de Estrella de Diego: TRISTISIMO WARHOL. Donde discerniría mi propia respuesta a las dos bolas…que ahora tomarían el nombre de “two balls” o dos pelotas. Y con esto dejo este fragmento del primer capitulo:


Ese Bar del University Place era el lugar de encuentro de la vanguardia neoyorkina, la establecida y la emergente. Desde Rothko hasta Joan Michael o Anfrey Flack, pasando por Larry Rivers y Frank O´Hara, la ciudad entera se sentaba a beber y hablar hasta altas horas de la madrugada. Era un lugar obligado. Un ambiente de “machos potentes” que, según cuentan los testigos presenciales, se peleaban con frecuencia. Se trataba del punto de reunión de los chicos de la escuela de Nueva York, hombres llenos de pasión, quienes como amantes torpes, se dejaban llevar también por los impulsos frente al lienzo, sin medida, sin ton ni son, y solían decir que un buen cuadro debía tener “two balls” – dos pelotas.
Pintar con “dos pelotas”, un cuadro debe tener “dos pelotas”. Jasper Johns, vestido con su trajecito azul de niño bueno y compartiendo edificio con su amigo Robert Rauschenberg, ironiza sobre el tema en 1960 al agregar una segunda pelota a la pintura del 58. Las dos pelotas son el marchamo de calidad y, para que no haya dudas, las rodea con unas pinceladas que imitan los brochazos pasionales de los expresionistas abstractos. Pero se trata sólo de un guiño porque su cuadro es un territorio de desapasionamiento: los toques medidos, contenidos, frigidizan la superficie y esas dos pelotas, reducto lingüístico de la mas torpe masculinidad y cortadas además, quedan atrapadas en un vacío, en un territorio de nadie, en un hueco al que rodean las pinceladas masculinas de la escuela de Nueva York que sólo tienen la apariencia de lo que fuera.