El arte y la cultura son un emblema de poder en nuestra sociedad. La mención de estas dos marcas ya es una mención de bueno y sagrado. Todo lo que es cultural es bueno, todo lo que es arte no puede tener objeción. Esta es la filosofía que entra en nuestras instituciones mientras admitimos todo sin poder discernir la validez.
En nuestra sociedad, el arte se está convirtiendo poco a poco en enemigo del pueblo. Su símbolo universal no es el genuino transmisor de sentimientos, sino que se ha convertido en un emblema de poder. Nosotros tenemos que entender que el arte que nos ofrecen, aparte de no ser generalmente bueno o valido, conlleva una alienación implícita. La disyuntiva está en si sabemos distinguir el arte caído de nuestra sociedad y actuar en consecuencia contrastando con nuestra propia creación, sin renunciar a nuestra cualidad sazonadora.
jueves, 14 de febrero de 2008
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